La Exposición de Artes Decorativas e Industrias Modernas de París de 1925.

Supongamos que leemos: "Cambia la sensibilidad en esta época. Temas que antes no llegaban aparecen ahora en el lienzo. Se pintan una simple calle de un pueblo o gente en la taberna. Lo cotidiano, lo popular, se eleva a la categoría de arte".

Puede ser completamente cierto que antes no se pintaban calles y tabernas. Pero puede ser rotundamente falso que haya habido cambio se sensibilidad alguno.

Imaginemos que nos tenemos que fabricar los materiales. Podemos tener que esperar meses a que se produzca la floración de la planta que necesitamos. Tendremos andar kilómetros para recogerla. Tampoco será sencillo convertir troncos de árboles en tablas en las que pintar. Y así durante todo el proceso. Naturalmente, estos esfuerzos, de semanas o meses, no pueden malgastarse. Pensaremos muy bien qué se hace con todos esos materiales tan trabajosamente conseguidos.

Ahora pasemos a la situación actual. Para hacer un cuadro, basta entrar en una tienda y cinco minutos después salimos con lienzo y botes y podemos empezar un cuadro. No nos importará mucho dedicar una horas a pintar un puente, una ermita, la calle del pueblo o la gente en la taberna. Cualquier cosa que nos llame la atención, en definitiva.

Es decir, hay un cambio de materiales, no un cambio de sensibilidad. Al pintor de la edad media tal vez le gustaba lo popular más que al actual. Pero no podía permitirse el lujo de dedicar sus escasos y costosos recursos a esa temática.

En 1925 había muchísimos materiales y técnicas nuevas. Y no sólo había materiales y técnicas nuevas, también había clientes nuevos. Antes, había fortunas enormes que encargaban palacios mientras la inmensa mayoría de la población tenía que hacerse su propia casa en el pueblo o sus propios muebles. Pero esto ha ido cambiando desde el siglo XIX. Se fabrican cosas. Es simple decirlo y ahora nos parece lo más normal, pero el cambio fue enorme. Miles de objetos llegan a millones de personas, que ahora ya no se los tienen que hacer.

Pero la teoría no había cambiado. En las escuelas de arquitectura, por ejemplo, se seguía preparando a los alumnos para construir palacios según las reglas geométricas de Grecia. En este contexto de produce la Exposición de Artes Decorativas de París de 1925. Sencillamente rompe con el pasado. Prohíbe que se exponga lo histórico. Todo tiene que ser contemporáneo, nuevo.

La Exposición afirmará fundamentalmente dos cosas, que serían las ideas claves del art-déco:

- Que tiene que haber diseño en todos los objetos, incluyendo los de fabricados en serie.
- Que ese diseño tiene que ser adecuado a su función y, por lo tanto, no tiene que ser necesariamente recargado, ostentoso...

Dos imágenes ayudarán a plasmar las diferencias.



Esto es la belleza antes del art-déco. Una salsera de porcelana con decoración de greca perimetral de flores de lis en la boca y el pie, con el escudo familiar en frente blasonado en esmaltes polícromos. Algo exclusivo, único, que se proclama como tal, pensado para unas personas determinadas.




El art-déco afirmará que esto también es belleza. Una jarra de diseño simple (pero con diseño) adecuado a su función y pensada para que fuera usada por cualquier persona, no sólo por la que tuviera un elevado poder económico. Lo bello tiene que estar en todo y ser para todos.

Años después, no hay producto que no piense en el diseño. Incluso antes de que se hablara de art-déco, ya se hacía art-déco, ya había quienes fabricaban pensando en lo bello.
En este sentido, la Exposición de 1925 declara la idea, no la crea. La nueva realidad, la producción en serie, generó un cambio de filosofía que ha perdurado hasta nuestros días. Lo que se fabrica, aunque sea masivo, tiene que ser también bello, entendiendo por bello lo adecuado a su función que, frecuentemente, es lo simple.

Desde luego, la Exposición fue particularmente afortunada al relacionar en su denominación las "Artes Decorativas" con las "Industrias Modernas" que es, lo que en esencia, haría.

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